La meta de las misiones de la Fraternidad es hacer el bien y llevar la paz a los pueblos y a la Naturaleza.
Sus voluntarios estuvieron en diecisiete naciones para aliviar el dolor de latinos, africanos, europeos y asiáticos.
Retrato instructivo y ético de nuestro tiempo, el libro nos descubre histórias y reflexiones de los viajeros.
Ellos aman sin adoctrinar o imponer. Al contrario, estimulan a la manifestación cultural del pueblo, su fe y el talento de cada individuo.
Hoy se dedican a emigrantes venezolanos indígenas y no indígenas, en el norte de Brasil y en Colombia.
En catástrofes ambientales, apoyaron a chilenos en el mayor incendio forestal del país, a nativos argentinos
afectados por inundaciones, a una ciudad uruguaya devastada por un tornado, brasileños después de la rotura de presas de residuos de minerales.
El relato desvela los misterios del trabajo misionero desinteresado, con sede en Minas Gerais, Brasil. Durante un inimaginable cotidiano, tierno, milagroso o dramático, los servidores practican ser fraternos mientras atienden al bebé egipcio, al anciano en el Nepal, al indigente africano, a los refugiados sirios, afganos e iraníes en Turquía y
en Grecia, a diferentes etnias en el Cono Sur.
¡Manos a la obra, manos a la obra, querido lector! Están acabando con el planeta, y tú puedes ayudarnos.
Instigador de la inquietud sana, el libro convida a los espíritus jóvenes para acciones en pro de la familia humana.